villa elisa - prensa pdl - 1-12-2008


Informando al Ciudadano IV


Desde el Proyecto “Defendamos la vida” del Plan de desarrollo Local se ha trabajado, desde el año 2006, con el objetivo de concienciar, informar y cambiar algunas prácticas en el uso de plaguicidas, venenos que afectan la salud humana y el ambiente.
Con ese propósito hemos brindado información sobre investigaciones científicas y literatura diversa que aborda la problemática de manera objetiva, describiendo muchas de las sustancias químicas usadas en las huertas, viveros, agro, industria, hogar
y los tipos de alteraciones que las mismas provocan.
También hemos resaltado la posición crítica al respecto de la Organización Mundial para la Salud, Organización Internacional del Trabajo, Organización Americana para la Alimentación, Organización de Naciones Unidas, Organización Americana para la Salud, por mencionar algunos organismos internacionales.
Sin embargo, desde nuestras autoridades y de distintos ámbitos, salud, producción, organismos de contralor, autoridad de aplicación, instituciones nexos, siempre se trató de minimizar y/o neutralizar el impacto negativo de los mismos, siendo portadores todos ellos del mismo síndrome: el del avestruz, metiendo sus cabezas debajo de la tierra para no ver, escuchar ni oír. Acaso tantos ciegos, sordos, mudos?

Y… cómo llegaron los pesticidas a nuestra realidad?

Los plaguicidas no fueron solicitados por los agricultores. Son un producto de la guerra. En la Primera Guerra Mundial Alemania fue bloqueada y sus aliados prohibieron la importación de salitre chileno y otros abonos nitrogenados que podrían usarse en la fabricación de explosivos. Cuando terminó la guerra, los alemanes tenían un enorme stock de nitratos que ya nadie quería. La industria química los recicló y se los impuso al agricultor. Así nacieron los abonos nitrogenados. La agricultura fue una especie de basurero para la industria de la guerra.
Se estima que en las últimas temporadas se tiran al ambiente, por año, unos 250 millones de litros de agrotóxicos. No hay controles adecuados, ni estadísticas que permitan precisar el daño. Sobre el pasivo que los mismos dejan: muerte, discapacidad, procesos tumorales, abortos, infertilidad, malformaciones, trastornos neurológicos, además de la sobre explotación de nuestros recursos estratégicos, cada vez se suman más fuentes académicas para investigar y dar cuenta. Y más ciudadanos comunes sufrimos las consecuencias.
¿Quién le pone el cascabel al gato?
El tema plaguicidas y sus efectos nocivos para la salud y el ambiente es serio, muy serio. Hay quienes hablan de: “catástrofe sanitaria”, “genocidio encubierto”, “ceguera colectiva” o “cromañon ecológico” refiriéndose a los efectos de las fumigaciones.
La responsabilidad del Estado en Salud Pública va de la mano con su responsabilidad de cuidado del Medioambiente y es ineludible. Nos cabe a nosotros, ciudadanos con garantías constitucionales, reclamar nuestro derecho a un ambiente sano, a que se cumpla con la legislación ambiental y deje de ser letra muerta en decretos y normativas varias. Informarnos, estar atentos participando y trabajando es la demanda de la hora para exigir que nuestros funcionarios digan… Presente!

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